jueves, 24 de mayo de 2007

Inteligencia emocional: Nuestra mente y la competitividad empresarial

Hace un tiempo aparecía en "La Contra" de La Vanguardia, un espacio de obligada lectura cada mañana, una entrevista con Henry Markram, destacado neurocientífico y Director del Instituto de la Mente. En dicha entrevista aparecen algunas ideas que me han parecido sorprendentes y que deseo compartir. Reproduzco seguidamente una parte de la entrevista.

- ¿La edad no da ninguna ventaja?
- Te vuelve un buen especialista. Con los años, empiezas a seleccionar los contenidos que aprehendes y sientas prioridades: aceptas unos contenidos y rechazas otros. Te vuelves más selectivo y jerárquico con lo que quieres aprender. Y te cuesta más esfuerzo y más repeticiones interiorizar cosas nuevas.

- Perro viejo no aprende trucos nuevos.
- Porque el perro viejo ya es especialista en ser perro y no juega como un cachorro. Madurar es elegir. El cerebro se adapta así a tus nuevas necesidades: ya sabe lo que tú necesitas para prosperar en un entorno y te lo sirve. Hemos demostrado, por ejemplo, que el cerebro de los taxistas de Londres, tras diez años de oficio, tiene más desarrollada el área neuronal donde concebimos los mapas.

Al leer esto he pensado en las barreras que encontramos hoy en las empresas para potenciar el cambio y la innovación. Con la experiencia que acumulamos en nuestros respectivos trabajos, nos volvemos especialistas y nos cuesta re-pensar nuestro trabajo desde perspectivas diferentes. El cuestionar continuamente nuestro trabajo para aportar más valor al cliente externo o al interno es hoy una cuestión crucial para la competitividad. En este sentido el cerebro trabaja en contra.

- Pero alguien tiene que mandar.
- Debe mandar en cada momento el que tiene más información valiosa para responder al reto del entorno. Así lo hace el cerebro, que cambia de neuronas jefe a cada instante. Cuanto más rápido compartes tu nueva información, más rápido recibes otra.

- Valiosa lección.
- Cuando descubres algo, tu primer impulso es guardártelo para que nadie te copie. Ese impulso paraliza tu creatividad. En cambio, si lo compartes en seguida, rápidamente concibes una nueva idea. El científico más generoso siempre tiene nuevas ideas.

La entrevista acaba con las dos preguntas que he reproducido sobre esta linea. Acabé la lectura pensando en la necesidad que existe actualemente en las empresas de compartir información. Veo hoy en algunos de los proyectos de mejora organizacional en los que participo, que la falta de unos valores cruciales como la generosidad hacen perder a las empresas grandes oportunidades. Al no compartir información la calidad de las decisiones es cada día un poco peor.

Daniel Poch Ochoa
Socio fundador de DAEC Consulting
www.daecconsulting.com