martes, 29 de mayo de 2007

Hijos: La armonía interior

“Cada criatura humana percibe con su armonía interior la armonía del mundo”.
Esta frase de María Zambrano, filósofa española, nos da pie a hacer unas cuantas reflexiones:

Cuando un ser humano llega al mundo no es una página en blanco, podríamos decir que viene con unas cuantas líneas escritas (herencia genética, circunstancias del embarazo: madre feliz, con buena salud, amada y respetada…o no!, hábitos y costumbres familiares, herencia cultural…) Y llega además con todos los “receptores” a punto para sobrevivir, captando lo que le rodea gracias a la fantástica disposición de sus sentidos. Sus formas redondeadas, la piel suave, el olor que desprende, despierta sentimientos de protección y de ternura. Mirar a un ser humano recién nacido infunde armonía en la mayoría de las personas. Esa armonía interior de la que nos habla María, armonía que conlleva confianza, fe ciega en quienes le cuidan, afán por comunicarse, tendría que encontrar la misma respuesta en su entorno; todo ser humano tiene derecho a ser recibido en un entorno afable y amable.

Por desgracia, no ocurre así en muchos lugares del mundo, pero como individuos-individuas! que tenemos la suerte de vivir en un lugar dónde podemos permitirnos el lujo de filosofar, de reflexionar, vamos a hacernos unas cuantas preguntas y a concretar unas posibles acciones a modo de respuestas:

¿Cómo puedo yo como persona adulta, transmitir a mi hijo, a mi hija, tranquilidad, paz, esa armonía de la que nos habla María Z.?

¿Cómo puedo darle a entender que aunque a menudo el mundo tiembla, siempre estaré ahí para calmarle y darle sosiego?

Nuestro mundo occidental tiene muchas ventajas pero también inconvenientes. Uno de ellos es la prisa, enemiga número uno de la ternura. Y el ruido, enemigo número uno del sosiego.

Aunque parezca difícil, es posible encontrar momentos de calma y de paz, momentos de comunicación con nuestros hijos que serán relajantes para ambos. Aquí van unas simples sugerencias que variarán, por supuesto, según la edad de vuestros hijos:

  • Poner una música suave, hablarle, pasearle
  • Apagar las luces fuertes, usar luz tenue
  • Explicarle cuentos (con imágenes, inventados…)
  • Escucharle (los bebés también hablan!)
  • Comprar un aceite especial y darle masajes
  • Tenerlo en brazos
  • Tenderse en el suelo y mirar el cielo
  • Saludar a los pájaros antes de acostarse
  • Cantarle

¡Con todo el trabajo que tengo!

Si lo piensas detenidamente, no hay nada tan importante que no pueda esperar unos minutos. Ser capaz de parar y “estar” realmente con tu hijo, dedicarle un tiempo en exclusiva, intercambiar ternura y silencios son una buena manera de transmitirle calma y serenidad y sentarán las bases para una futura relación de amor y de confianza mutua. Cuando las circunstancias vitales no sean favorables siempre podrá contar un su “propio refugio” de serenidad y reposo, ése lugar íntimo que tan bellamente definió María Zambrano como “armonía interior”. Habrá aprendido a aislarse hasta que el mundo, su mundo, vuelva a ser armónico.

Libros de María Zambrano


Mercedes Escribano Berga
Maestra y Psicopedagoga