miércoles, 8 de agosto de 2007

Hijos: Generosidad

Traer un hijo al mundo es como empezar a escribir un libro de aventuras a tres manos, o a cuatro o más, si esa criatura llega a un hogar donde ya hay niños.

Como todo libro de aventuras que se precie, habrá capítulos alegres, otros tristes, otros anodinos. Puede que haya pasajes emocionantes, situaciones divertidas, nacimientos y muertes de seres queridos, de vecinos, o de algún ser vivo- mascota que comparte la vida con nosotros. Separaciones, encuentros, idas y venidas, páginas que rebosarán letras y palabras y otras que reflejarán soledades porque así es la vida, variada y variopinta.

Traer un hijo al mundo es tarea relativamente fácil si la comparamos con la crianza, ardua tarea que dura unos cuantos años y que está muy poco valorada socialmente en nuestra falsamente evolucionada sociedad occidental . Falsamente evolucionada porque una sociedad que no valora a las mujeres, que utiliza el cuerpo femenino únicamente como reclamo publicitario, banalizándolo y considerándolo menos que un objeto de usar y tirar ; una sociedad que trata a los niños y a los viejos como ciudadanos de segunda debido a su poca capacidad adquisitiva y que ensalza y halaga a los jóvenes sólo porque son carne de consumo, ésa es una sociedad enferma y subdesarrollada.

Pero hay que tener en cuenta que la sociedad no es un “ente” abstracto, sino una serie de individuos que comparten algunas características, o sea, que toca concienciarse y opinar, hablar, escribir, decir y sobre todo actuar porque los cambios sociales han sido y son posibles gracias a la actuación de los individuos, porque afortunadamente hay una gran mayoría crítica que piensa y se mueve.

Algunos de los que forman esa mayoría quizás deciden tener hijos y podemos afirmar que dedicarse a criar a un hijo es ser valiente y tener mucha generosidad, porque la crianza comporta, entre otras muchas tareas:

  • Dedicación
  • Horas
  • Trabajo
  • Disgustos
  • Nervios

Pero a cambio aumenta:

  • La capacidad de ilusionarse
  • La capacidad de escuchar
  • La curiosidad
  • La autoestima
  • La organización

Y se reciben:

  • Sorpresas
  • Risas
  • Sonrisas
  • Halagos
  • Ternura
  • Alegría
  • Trasiego
  • Ruido
  • Canciones
  • Cuentos
  • Besos
  • Abrazos

Es una inyección de optimismo constatar que en esta ajetreada sociedad en la que vivimos, hay una serie de mujeres y hombres capaces de dar mucho de sí para criar y educar a un hijo, renunciando a algunas cosas, cambiando el ritmo de vida para adaptarse a los horarios y a la vida de la niña o el niño que está ahí con sus necesidades y sus reclamos.

No obstante, a veces sucede que algunos padres y madres incorporan a su vida repleta de trabajo y actividades diversas, un hijo como quien adquiere una maleta de viaje o un bolso: se usa cuando hace falta, se luce porque es bonita y se coloca cuando molesta. Hoy en día muchos niños y niñas de clase media y media alta pasan su vida entre el colegio, las actividades extraescolares y canguros hasta las tantas de la noche. Ahí no ha habido ni generosidad, ni renuncias: el hijo debe adaptarse y apenas convivir con sus padres, porque conviene trabajar para pagar dos coches, las salidas semanales y las vacaciones de verano. Ahí nadie se aprieta el cinturón para ahorrar y poder trabajar menos horas y así atender a la prole. Aprender y practicar valores, el “saber estar”, los buenos modales, quedan en manos de la televisión y los canguros y llegan a los ocho, diez años y después a la adolescencia con muchos problemas. Hay un índice alarmante de trastornos de atención con hiperactividad, conductas desafiantes, consumo de substancias varias en edades muy tempranas, etc. Porque los niños no se educan solos, porque los buenos hábitos se aprenden en el día a día, en la tan poco valorada vida cotidiana, en los pequeños detalles.

Quien siembra recoge. Un padre y una madre generosos, recogerán sus frutos no sólo en el futuro, también en el presente inmediato, porque dar vida y “re-crearla” tiene muchas gratificaciones. Y los hijos, seguramente estarán de acuerdo en que el libro de aventuras del que hablábamos al principio de este texto se escribe mejor en compañía de los padres, de los dos progenitores, siempre que sea posible. Porque nacemos siendo seres sociales y necesitamos amor, cuidados y generosidad, mucha generosidad.

Mercedes Escribano Berga
Maestra y Psicopedagoga